viernes, 20 de noviembre de 2009

Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad


El conocimiento de estas conductas características, es fundamental para un correcto manejo y control posterior.
Estos niños, tienen un comportamiento clara y totalmente diferente al de sus compañeros, y esto también debe de ser condición indispensable para un diagnóstico fiable. Aquí vamos a mencionar tres niveles de interés: conductual, emocional y escolar.

- Nivel conductual: presentan hiperactividad (verbal, destructiva y agresiva), déficit de atención y control, e impulsividad. Los comportamientos más llamativos que aparecen entre los 3 y 7 años son:

Movimiento nervioso
Excitabilidad
Dificultad en permanecer sentado
Distraerse fácilmente
Dificultad para esperar su turno
Impulsividad al dar respuestas
Dificultad para obedecer instrucciones y prestar atención
Pasar de una actividad incompleta a otra
Dificultad de jugar en silencio
Hablar en exceso
Interrumpe continuamente
No escucha
No considera las consecuencias de sus actos
Habilidades sociales deficientes
- Nivel emocional: suelen presentar, fundamentalmente, irritabilidad, déficit de autoestima y dificultades para relacionarse. La característica que más suele llamar su atención es la agresividad, junto a la impulsividad característica. Este tipo de deficiencias emocionales suelen acabar metiendo al niño en problemas, peleas y alteraciones con el entorno. Tenemos que dejar claro que, este tipo de conductas, se deben a la falta de control más que a una verdadera intención de lastimar. Debemos mencionar especialmente su dificultad en las habilidades sociales, causante de muchos de sus problemas. Entre las carencias más comunes, destacamos:

Reciprocidad: esperar turnos, participación no dominante, manejo adecuado de los tiempos de conversación.
Manejo de negativas: críticas, aceptar el “no”, responder a bromas, aprender a perder, expresar desacuerdos sin críticas.
Auto control: manejar presión de los compañeros, resistir tentaciones.
Comunicación: entender y seguir instrucciones, contestar preguntas, conversaciones apropiadas, escuchar con atención, mostrar empatía.
Ganarse a las personas: entender límites, respetar a los demás, ser cortés, hacer favores, prestar, compartir, mostrar interés por otros, gratitud, halagar, etc.
Entender los sentimientos de los demás, como los propios: entender el lenguaje corporal, expresiones faciales, etc.
A la hora de desarrollar o mantener relaciones exitosas, se hace más evidente su incapacidad para:

Expresar ideas y sentimientos
Entender y responder a las ideas y sentimientos de los demás
Evaluar su comportamiento antes de actuar o hablar
Adaptarse a situaciones inesperadas
Reconocer los efectos de comportamiento en otros
Poder ajustar su comportamiento para dar una respuesta adecuada en cada situación
Generar soluciones alternativas a problemas
Controlar sus impulsos
- Nivel escolar: en el colegio existen situaciones que ponen en evidencia su dificultad para el desarrollo de habilidades sociales. Esta carencia de recursos, dificulta las relaciones con sus compañeros, y no es raro verlo siempre discutiendo o peleando en clase. Presentan deficiencias de aprendizaje, también debido a su falta de atención. Estas situaciones empeoran con la exigencia de una atención o concentración mental sostenidas. No es específico del entorno escolar, pero sí que son características descritas en ese entorno con mayor énfasis:

Constantemente toca a los demás
Dificultad leyendo o siguiendo directrices escritas o verbales
Comportamiento temerario
Arrebata cosas a los compañeros
Habla con otros durante actividades en silencio
Golpea los dedos o el lápiz
Corre y brinca en exceso
Juega con los objetos
Cambia de actividades sin completar ninguna
Dicho todo esto, también tenemos que aclarar que, estos niños tienen una patología, una alteración de la conducta debido a causas ambientales y genéticas. Nuestro deber como profesionales en su tratamiento, padres o profesores, es lidiar con sus situaciones de conflicto y abordarlas de forma adecuada. Tenemos que trabajar con ellos y para ellos, lejos del constante castigo y exigencia. Si conseguimos fomentar el comportamiento adecuado y trabajar cobre él para obtener lo mejor de cada niño, veremos que también tienen muchas características positivas. Suelen ser creativos, sensibles, intuitivos, artísticos, ingeniosos y ansiosos por complacer.

EL JUEGO



Existen muchas definiciones de juego y es difícil casarse con una en concreto; podemos citar como ejemplo la definición que encontramos de juego en el Diccionario de la RAE: “Jugar: hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse o divertirse” o bien la de Huizinga (1987):”El juego es una acción u ocupación libre, que se desarrolla dentro de unos límites temporales y espaciales determinados, según reglas absolutamente obligatorias, aunque libremente aceptadas, acción que tiene fin en sí misma y va acompañada de un sentimiento de tensión y alegría y de la conciencia de -ser de otro modo- que en la vida corriente” y también la de Chance (1979) que sugiere “el juego es como el amor todos saben lo que es pero nadie puede definirlo”.
Se observa principalmente que el juego es un comportamiento infantil y que es una actividad innata, natural, sin aprendizaje previo, que brota de la vida misma.
Si nos fijamos en un grupo de niños que juegan nos sorprende la espontánea alegría y en el caso del adulto, ha de ser una persona seria para poder enfrentarse a las responsabilidades que ha tenido que adquirir como tal. Sostener eso implica negar lo serio que puede llegar a ser el juego. De hecho, de una u otra manera, conscientemente o no, podríamos decir que es juego está presente siempre en la vida de uno desde el nacimiento hasta su muerte.

Para el ser humano, como para los animales, el juego es una necesidad vital, una función propia, cuyo origen ha de buscarse en una serie de impulsos que se van desarrollando gradualmente según el entorno de cada sujeto. De esta manera se explica que la actividad lúdica esté presente en las más diversas formas, tanto en el hombre como en otras muchas especies animales.

Es necesario que mediante el juego, el individuo experimente descubra, Así pues, el juego es un instrumento trascendental de aprendizaje que el educador ha de aprovechar como un recurso para incidir más profundamente en la formación integral del individuo, el educador deberá enriquecer motriz, social e intelectualmente al niño: aprender jugando y aprender a jugar mejor.

El juego motriz es para el niño la primera herramienta de interacción con lo que le rodea, y a la vez le ayuda a construir sus relaciones sociales y otros tipos de aprendizaje. El juego es una de las primeras experiencias que ayudan al individuo a socializarse. Este no solamente promueve el desarrollo de las capacidades físicas y motrices, es también una práctica que introduce al niño en el mundo de los valores y actitudes como: el respeto a las diferencias, a la norma, al espíritu de equipo, a la cooperación y a la superación.
Es en este aspecto donde reside la importancia de la integración en los juegos. Buscar soluciones para la participación de todos supondrá una dificultad para el educador. El esfuerzo principal consistirá, en situaciones muy competitivas, en compensar la desventaja de los alumnos con discapacidad, facilitando la participación de todos. Jugar significa disfrutar, reír, discutir, comunicarse, llegar a acuerdos, establecer estrategias, etc., una experiencia vital que también forma parte de la educación del individuo. Cuando se excluye a un alumno de un juego a causa de su discapacidad, de su diferencia, le estamos privando de una fuente de relación y de formación a la cual tiene derecho, llegando a influir en su desarrollo emocional y psicológico, a su proceso madurativo.
En observaciones hechas en centros de tiempo libre, se evidencia que muchos adolescentes con discapacidad no saben jugar. No han compartido los juegos habituales con el resto de sus compañeros, y, por otro lado, y en consecuencia, sus respuestas motrices están muy lejos de lo que pudiera esperarse en su grupo de edad. Ello, sin duda, repercutirá en su integración y normalización social
Por todo ello no podemos negar la posibilidad, el derecho a jugar. El reto del educador será posibilitar la toma de roles activos por parte de todos, independientemente de sus características. Hay que evitar que el alumno con discapacidad adopte roles pasivos reduciendo sensiblemente su participación normalizada en un juego lo que es muy común, se trata de trabajar la convivencia en la diversidad en un entorno motivador donde todos juegan.


Ester Rubin M.